lunes, 12 de octubre de 2009

MISIONEROS con Ángel...



Algo sobre los santos arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael. No sé si ustedes todavía creen en los ángeles. He de confesar que, por mi parte, aún creo. Aunque ya no del mismo modo como cuando era un niño y esperaba que hicieran mis trabajos y solucionaran mis temores y preocupaciones. Ahora creo en ellos en cuanto que son mensajeros de Dios y anuncian algo mayor que ellos mismos, la gloria de Dios.

En este sentido, veo en estos personajes cualidades propias que el misionero requiere adquirir para seguir a Jesucristo, evangelizador de los pobres. Por ejemplo, Miguel, que sabe reconocer al que verdaderamente es importante: “¿quién cómo Dios?”. Recordándonos así, la importancia de la humildad y la sencillez en nuestra manera de ser y de actuar como misioneros de Jesucristo. Por su parte, Gabriel, “la fuerza de Dios”, nos enseña a anunciar la mejor y más Alegre Noticia, que Dios ha querido estar para siempre con nosotros en la persona de Jesucristo. Así, quienes hemos sido llamados a ser evangelizadores no hemos de cansarnos de anunciar el Reino de Dios, tal como lo hacía Jesucristo, ni de afirmar que es en la persona, en la vida y en las actitudes de Jesús donde ese Reino de Dios se manifiesta en acto. A su vez, Rafael, el peregrino que hace manifiesta “la curación de Dios”, nos da muestras claras de la diligencia e itinerancia necesarias para hacer efectivo el evangelio, es decir, para hacer creíble que el Espíritu de Dios nos ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos, a dar la vista a los ciegos y a dar la libertad a los oprimidos.



Si asumimos la sinceridad y coherencia que los arcángeles nos enseñan de su vida como mensajeros de Dios, podremos unir nuestras voces a las del salmista cuando dice: “siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor” y asumiremos mejor nuestro compromiso misionero: “que todos los reyes de la tierra te reconozcan, al escuchar tus prodigios”.

Esta invitación a la sinceridad y a la coherencia, propia del “verdadero israelita en quien no hay doblez”, ha de remitirnos a la cuestión ¿creemos en Jesús sólo por los signos extraordinarios? O bien, somos capaces de reconocer la presencia de Dios donde quiera que se manifieste y reaccionar positivamente frente a ella. Por ejemplo, en lo ordinario de nuestros días que a veces parecen pasar sin pena ni gloria, o en los compañeros de casa, de estudios o de apostolado que han perdido el sentido o los ánimos por lo que hacen y que apenas sobreviven desangelados de su compromiso misionero. El apóstol Natanael tuvo la fortuna de que, su amigo Felipe, se decidiera a ser su mensajero y le anunciará: quién como Dios para curar nuestras desolaciones, quién como Jesucristo que anuncia el Reino de Dios y con ello la posibilidad de que otro mundo sea posible.



Estos anuncios de alegría y esperanza en Dios son los que abren el cielo y permiten sentir la presencia cercana de Jesucristo, el Hijo del hombre que nos enseña a vivir como hijos de Dios. Por nuestra parte, ¿cuáles son los mensajes que transmitimos?
¿Tenemos ángel para transmitir con eficacia el evangelio?

Erick Fernando